jueves, 14 de febrero de 2013

Terco Corazón


-Detente -le digo.
-No -me contesta con tono altanero.
-Luego no me supliques que te reconstruya -le espeto.
-Me vale sorbete, de todas formas lo tendrías que hacer, de ser necesario -me responde subiendo de tono rojo a carmesí.
-Sobre aviso no hay engaño -le insisto.
-Pues avísale a tu estúpido cerebro que a mí no me interesan -grita él-, ni tú ni su rígido raciocinio.

Y mi terco corazón sigue latiendo tan feliz de la vida, en tanto mi cerebro y yo no sabemos si celebrar o pensar en el plan a implementar si éste se llega a azotar.