jueves, 10 de noviembre de 2011

Muy Poca Madre... y Padre...

La tarea principal de la niñita consistía en preparar la jeringa con heroína de sus trastornados progenitores.
En cuanto se "iban de viaje" la niñita retiraba la jeringa de la mano inerte, desanudaba la liga del brazo y quitaba el cigarrillo encendido de la otra mano inmóvil.
A veces acomodaba el sombrero y las gafas oscuras del padre cuya mirada se veía perdida.
Y mientras papá y mamá andaban en sus "vacaciones", la chiquilla se entretenía platicando con las cabezas de sus tres muñecas, una de ellas la de una Barbie rubia a la cual nombró "Mustique".
En uno de esos "viajes", a la madre le da el patatús por una sobredosis.
El padre considera una medida inteligente salir huyendo con su hija, Jeliza Rose, a una casa abandonada, ubicada "in the middle of nowhere".
El ritual de la preparación de la jeringa viajera no cederá, hasta el día en que también papito se queda en la otra dimensión.
En ese momento la niña rompe definitivamente con la realidad.
No se da cuenta, o no quiere admitir, que el padre ha muerto.
Y a partir de ahí, Jeliza Rose se adentra en un mundo imaginario sumamente extraño que posiblemente la salve de la soledad, del trauma de los padres drogadictos, de las carencias afectivas, alimenticias y de educación.
Esta es la perturbadora historia de la cinta "Tideland" (2005), dirigida por Terry Gilliam, interpretada por Jeff Bridges (el padre), Jennifer Tilly (la madre) y Jodelle Ferland (Jeliza Rose).
Es una película que terminas odiando o... no amando, pero tal vez sí logrando comprender cuánto daño pueden ocasionar a la psique de una niña un padre y una madre que no tienen nadita de madre.

La niña con sus dos amigas, las cabezas de sus muñecas.
Al fondo, la casa destartalada.

La niña ¿imitando a la madre?

Aquí sostiene un diálogo con su amiga "Mustique"

Duerme junto al padre muerto.


Aplicando masaje a las gordas piernas de la madre pasoneada.

2 comentarios:

Héctor García dijo...

No he visto la película, pero lo que relatas me hace pensar cuántas veces los padres dejamos a nuestros hijos en el limbo, sin prestarles más atención que decirles “buenos días” y, si acaso “buenas noches”, particularmente en aquellos casos en que ambos padres se ausentan de casa la mayor parte del día. A los niños sólo les queda, en muchos casos, convivir consigo mismos, con la consiguiente inadaptación social. Muchas personas no nacieron para ser padres y sin embargo…

Lilia Carrillo dijo...

Lamentablemente en la actualidad los niños crecen solos en la mayor parte de los países por la necesidad de que ambos progenitores trabajen. Lo ideal sería que por lo menos la madre estuviera presente en la educación del niño los primeros 5 años de vida. Es en esta etapa cuando el niño requiere de la atención, cariño así como introyección de valores. Es la etapa que definirá el tipo de adulto que será. Es un tema extenso, podríamos pasar horas hablando sobre infancia. Saludos Héctor, gracias por tus comentarios.