jueves, 22 de marzo de 2012

Tina y la Luna Menguante

En el silencio de la noche sólo escuchaba los latidos de su corazón.
Su respiración era agitada.
A su alrededor había oscuridad y otras cosas que no podía ver.
Tina sentía el terror fluir por sus arterias.
Trataba de correr, pero no podía, como en esos sueños donde el depredador sigue a su víctima y las piernas son pesadas, sin movimiento.
Gritaba en vano, ningún sonido profería su garganta.
Tenía frío y sólo sus brazos para arroparse.
Inmovilizada, se acostó en posición fetal.
Sus lágrimas sabían a mar.
Deseaba tanto que su madre viniera a rescatarla de esta pesadilla.
Mas no era un sueño donde se encontraba.
Escuchó pasos.
Alguien o algo se acercaba.
Sintió una punzada en el plexo solar.
Esta vez el miedo se apoderó de la niña.
Sabía de memoria lo que sucedía tras esta sensación.


Las nubes abrieron espacio a la luz de la luna.
Sorprendida, no vio al depredador.
En su lugar apareció frente a ella una anciana.
No podía ver su rostro, pero sí su postura jorobada y su lento andar.
La mujer vestía una falda larga, de color escarlata.
Llevaba sobre su cabeza una capa negra raída.
Y de su huesuda mano derecha pendía algo brillante.
Se acercó a Tina, sin pronunciar palabra.
La niña se incorporó, ahora estaba sentada sobre la tierra húmeda.
Por alguna extraña razón la anciana le inspiraba confianza.
La mujer descubrió su cabeza.
Unos ojos de un azul transparente, como el mar de Cancún, miraron a Tina, compasivamente, o al menos así  deseaba la niñita que fuera.
La anciana entregó a la pequeña una cadena de plata con un dije en forma de luna menguante.
-Sigue tu camino, Tina. Permite que tu instinto y esta luna te guíen- pronunció la anciana.
Tina recibió el regalo y se quedó mirándolo como en estado de trance.
Sintió que su cuerpo caía en espiral, hacia el vacío.
Al levantar la cara para agradecer el obsequio, la anciana se había desvanecido.
Tina se levantó del suelo frío.
Sacudió el lodo de su pantalón de mezclilla, buscó a la vieja vestida de tono escarlata.
No la encontró.
Entonces decidió comenzar su camino hacia el Sur.



2 comentarios:

Héctor García dijo...

¡Me encantó! Un relato onírico pletórico de simbolismos que reflejan tu sentir.
:)

Lilia Carrillo dijo...

Estoy construyendo la historia de Tina...