miércoles, 14 de noviembre de 2012

Aromas Inolvidables

En "El Tambor de Hojalata", novela de Günter Grass,
el personaje principal, Oscar Matzerath, opta por dejar de crecer al cumplir tres años de vida.

Deseo concedido.
Su cuerpo no se desarrolla más allá de esta edad,
pero su "Yo" madura, patológicamente, dentro de un envase infantil.

Es un drama complejo el que vive este niño-adolescente-adulto, pero lo que hoy te quiero contar no versa sobre ese tema.

Llamó mi atención una de las tantas peculiaridades del chamaco-no chamaco,
como su afán por captar y describir el olor de las personas.
El primer amor de su vida huele a vainilla.

Se trata de su nana, llamada María, quien tiene 17 años de edad, como Oscar, pero él atrapado en el cuerpo de un niño de tres.

Luego se hace amante de una mujer más adulta.
A ella la describe con aroma a canela y nuez moscabada.

Me llama la atención esta peculiaridad del niño-hombre,
porque yo también he captado y puesto nombre a la esencia de algunas personas.

Hubo un hombre especial cuya fragancia era de galleta de jengibre.
Conocí a alguien que olía a jazmín y tabaco, deliciosa combinación, en serio.
Una de mis tías más queridas destila sándalo a su paso.
Recuerdo a un amante que olía a ámbar, vainilla y geranios.

Han pasado frente a mí muchas personas más que simplemente huelen a sí mismas.

Concuerdo con el autor de esta novela,
hay personas cuyo bálsamo jamás se olvida.

La esencia interna de una persona,
y la que percibo de ella a través de mi olfato,
son conceptos que capto y jamás olvido.



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