miércoles, 13 de junio de 2012

Para Bailar Tango... se necesitan dos

Les voy a llamar Fulano y Mengana, aunque suene a maldito y vulgar, lugar común.
Para mí, eso es lo de menos.
El meollo del asunto es lo que te voy a contar.
Fulano y Mengana bailaban tango al centro de la pista.
Atraían las miradas de los demás.
Sus cuerpos fluían al ritmo de la música, hablaban el mismo idioma, se comprendían sin pronunciar palabra, se movían cadenciosamente, transpiraban sensualidad, transmitían el poderío de su mutua atracción, se dejaban llevar uno al otro, seguían el paso, estaban en la misma frecuencia.
Durante varios años bailaron tango sin perderse jamás, sin aburrirse, entrelazaban sus piernas, tomaban sus manos en el momento preciso. Giraban sus cabezas siempre hacia el lado correcto.
Cierto día, Mengana mencionó a Fulano su deseo de tomar asiento por un rato.
Fulano, un tanto desconcertado, preguntó los motivos.
¿Acaso ya no le gustaba bailar con él?
Mengana le dijo se sentaría sólo por un momento.
Fulano se quedó solo, al centro de la pista de baile.
La mujer caminó rumbo al rincón del salón, se asomó por una ventana y admiró el paisaje.
Mengana miró por la ventana durante varios días, los cuales se convirtieron en meses y finalmente en un año.
El aniversario se transformó luego en dos, tres, cuatro...
Fulano seguía sin comprender las razones de Mengana para ya no bailar tango con él.
El hombre continuaba pensando en lo bien que bailaban en sus primeros años juntos.
Deseaba, con toda su alma y corazón, volver a sentirse en los brazos de Mengana.
Mas ella había perdido cualquier interés por bailar tango con Fulano.
Y no entendía por qué él era ahora un ser tan amargado y triste, sobre todo cuando ella era tan feliz mirando por la ventana.
Al sexto año sin tango entre ellos, Sutanita apareció en una de las mesas de pista.
Portaba un vestido negro y sus piernas parecían esculpidas como obra de arte.

Fulano la admiró y le tendió la manopara invitarla a bailar con él.
Ella aceptó sin recato alguno.
Dio inicio la danza de dos que se entendían. 
Fulano se transportó al Nirvana. Nuevamente sintio la sangre correr por sus venas.
La música invadía cada poro de su piel, pero Mengana estaba en su mente.
Bailó una pieza con Sutanita, ofreció una disculpa y se retiró casi corriendo.
Fue a buscar a Mengana.


He bailado con otra, pero en mi alma estuviste tú, le dijo mirándola a los ojos.
Suplicó a su mujer que bailara nuevamente con él.
Mengana estaba furiosa.
¿Cómo era posible semejante ignominia?
¿Y encima de todo se atrevía a pedirle bailaran tango otra vez?
Fulano le reiteró su lealtad.
Sí, había sido infiel al bailar una pieza con otra, pero era ella a quien amaba.
El deseaba volver a bailar con Mengana y solamente con ella.
La mujer aceptó, por darle gusto a Fulano, no por una genuina disposición.
Al encontrarse ambos en la pista de baile, él comprendió que ya no fluían como antes.
Siendo las cosas así, volvió a bailar con Sutanita, no una, ni dos, ni tres veces más, sino todas las ocasiones que la vida le presentó.
Mengana, por su parte, no se cansó de culpar a Fulano de ser infiel a la relación y de maldito bastardo no lo bajó.
Jamás comprendió que al dejar de bailar con él, para mirar por la ventana, inevitablemente Fulano acabaría por llevar el ritmo del tango con la primera mujer que se sentara en la mesa de pista...
...y lo mirara con interés...
...y tuviera la disposición.

Nota: Los papeles pueden ser invertidos, Mengana quien se quede sola en la pista y Fulano el que mira por la ventana.



2 comentarios:

Anonymous dijo...

¡Saludos Valentina!

Te mando un fuerte abrazo y espero que estés bien.
Una vez más, vuelvo a reconfortarme con tus historias. Cada vez lo haces mejor.
¡Eres única y muy especial!
¡Mis mejores vibras para ti!

Lilia Carrillo dijo...

Halagada por tus comentarios.
Va un abrazo para ti.