martes, 20 de noviembre de 2012

Raíces Arrancadas

Las olas del mar habían ganado terreno al espacio donde antes caminaban, jugaban o se asoleaban las personas.
No había hippies.
No había familias.
No había perros tratando de alcanzar el freesbie.
No había carros de jochos.
No había gaviotas.
No había madres alimentando con migas de pan a las aves.
No había chicas tostándose al sol.
No había niñas de piernas como un par de popotitos.
No había hombres.
No había mujeres.
No había coches.

La calle que conducía a la playa se encontraba vacía.
Las casas habían sido derruidas.
Todo había sido arrancado de raíz.
Sentí un vacío abismal en el plexo solar.
No quedaba nada de la morada de mi infancia.
Mi playa había sido arrasada por el océano.
Mis lágrimas contribuían a la inundación.
Miraba la vaciedad del mundo material...
...y encontraba refugio en mi interior.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Aromas Inolvidables

En "El Tambor de Hojalata", novela de Günter Grass,
el personaje principal, Oscar Matzerath, opta por dejar de crecer al cumplir tres años de vida.

Deseo concedido.
Su cuerpo no se desarrolla más allá de esta edad,
pero su "Yo" madura, patológicamente, dentro de un envase infantil.

Es un drama complejo el que vive este niño-adolescente-adulto, pero lo que hoy te quiero contar no versa sobre ese tema.

Llamó mi atención una de las tantas peculiaridades del chamaco-no chamaco,
como su afán por captar y describir el olor de las personas.
El primer amor de su vida huele a vainilla.

Se trata de su nana, llamada María, quien tiene 17 años de edad, como Oscar, pero él atrapado en el cuerpo de un niño de tres.

Luego se hace amante de una mujer más adulta.
A ella la describe con aroma a canela y nuez moscabada.

Me llama la atención esta peculiaridad del niño-hombre,
porque yo también he captado y puesto nombre a la esencia de algunas personas.

Hubo un hombre especial cuya fragancia era de galleta de jengibre.
Conocí a alguien que olía a jazmín y tabaco, deliciosa combinación, en serio.
Una de mis tías más queridas destila sándalo a su paso.
Recuerdo a un amante que olía a ámbar, vainilla y geranios.

Han pasado frente a mí muchas personas más que simplemente huelen a sí mismas.

Concuerdo con el autor de esta novela,
hay personas cuyo bálsamo jamás se olvida.

La esencia interna de una persona,
y la que percibo de ella a través de mi olfato,
son conceptos que capto y jamás olvido.



lunes, 5 de noviembre de 2012

En Silencio

No sé que ha pasado con las letras,
ni sé cómo formar un párrafo.
La imaginación no se ha ido, de ello estoy segura.
Los pensamientos están ahí, revolotean en mi mente.
Tengo las palabras atoradas en las yemas de los dedos.
Sin embargo, no logro construir ni una línea.
Pensarás que alucino muy barato,
pues hasta este momento he armado ya un párrafo.
Son ideas sin sentido, pero al fin y al cabo algo he escrito.
Sin estructura.
Sin fondo.
Sin forma.
Solamente es una sopa de letras y palabras.
Mi discurso real y verdadero se resiste a ser plasmado en este espacio.
La pregunta es por qué.

Desconozco la respuesta.
Eso quiero creer, pero ¿a quién trato de engañar?
Me hago pendeja, esa es la cuestión.
Sé perfectamente las palabras que quisiera gritar,
no a los cuatro vientos,
pero sí en este espacio en blanco que me abruma.
Algo me lo impide.
Posiblemente mi intuición de mujer piscis me dicta la cordura.
Me dice muy quedito: "Guarda tus pensamientos para ti".
Por lo menos aquí y ahora.
Escóndelos debajo de la cama.
Mételos en el baúl de los recuerdos, ponle llave y tírala al vacío.
Háblale al espejo.
Mejor aún, quédate en silencio.
Por lo menos eso haz
aquí y ahora...