miércoles, 16 de junio de 2010

Lo Que Mi Sonrisa Calla

Hoy en la mañana me dijo el gerente de finanzas de esta compañía que es notable cuán ecuánime me mantengo aunque sople fuerte el viento.

Y lo dice porque sabe bien que cada día desfilan por mi oficina varias personas que vienen y van con dilemas laborales cotidianos.

Me toca tomar decisiones que nos pueden conducir al bien, pero en ocasiones también nos pueden llevar al callejón de los errores.

Contele yo a este gentil hombre que esa entereza, fuerza o energía para atender asuntos estresantes con cara de Dalai, son fruto de un trabajo interno, intenso, diario.

Cada día que me levanto -sobre todo desde que me practicaron aquella cirugía de la que no me gusta hablar- me autohipnotizo para infundirme ánimo y ayudarme a llevar a cabo mis actividades cotidianas con alegría, templanza y buena cara.

La verdad cruda y sin tapujos es que desde la cirugía innombrable todavía no me siento en mi elemento, hay días en que me esfuerzo por pararme de la cama, me falta energía, ando cansada casi todo el tiempo porque duermo poco y mal; mi sonrisa dice una cosa, pero las ojeras me delatan.

Han sido meses difíciles, algunos días mejores que otros, algunos peores que los otros.

Por ahí alguien dijo que esto de la vejez es una chinga...

Yo digo que esto de las enfermedades y las cirugías son también una verdadera y soberana chinga.

Y mientras escribo estas líneas sonrío internamente... mucho... intensamente... mis diatribas me divierten y entretienen, soy mi propio bufón en mi tragicomedia.

¿Y sabes qué? Es precisamente ese optimismo y alegría que tengo por vivir lo que me anima... entre otras cosas y entre otras personas, las cuales me ayudan a andar de manera mucho más fácil por este camino que es a veces largo y sinuoso, como díría el buen Paul.

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