lunes, 9 de abril de 2012

Dolor

Se apoderó de ella un sentimiento inquietante, generado en su alma, escaló hasta la garganta y encontró la salida en un grito sin inhibiciones.
El dolor la obligó a ponerse de rodillas, luego se enroscó, se meció, apretó con sus huesudas manos los tobillos tambaleantes.
Una fuerza enajenante salía de su pequeña humanidad.
Las arcadas producidas por el inagotable llanto la llevaron a acomodarse en posición fetal.
Continuó llorando, como niña con hambre y frío.
Sus gritos se transformaron en aullidos, un millar de palabras incomprensibles surgieron de su boca desfigurada por la confusión mental.
Algunos pensamientos, menos coherentes, quedaron atrapados sin salida.
Ahí permaneció, sin sentir el paso del tiempo, temblando y sollozando, hasta que perdió la conciencia.
Cuando despertó, en primera instancia pensó que había sido una pesadilla, pero no, volvía una vez más a la sofocante realidad.

2 comentarios:

Héctor García dijo...

Me da la impresión de que ésta es, en parte, una catarsis de algo que Valentina vivió, tal vez recientemente.
En ocasiones es necesario también vivir el dolor con plenitud.

Lilia Carrillo dijo...

Cada emoción se vive con intensidad, es parte de vivir plenamente.