miércoles, 13 de julio de 2011

No Todo Lo Que Sube Baja

Nunca he sido una varita de nardo... según mis ojos que miran al espejo... mas sí fui alguna vez como un palillo.

Fui una niña tan flaca que me inyectaban vitamina B para ayudarme a "engordar".

Mi mamá decía que mis piernas eran como un par de popotitos y mis hermanas me apodaban la calaca tilica y flaca.

En mi adolescencia fui algo "chubby", cachetoncilla y sin forma definida... según mis ojos que miraban al espejo.

Hacía la dieta de la luna, del jugo de apio con piña y de lo que me pusieran enfrente con tal de perder algunos kilos.

Un día llegó a nuestra casa una mujer a ofrecernos la dieta milagrosa... Se trataba de un régimen alimenticio bajo en carbohidratos acompañado de unas pastillas de colores que seguramente eran anfetaminas porque tanto mis padres, Magalirio y yo andábamos muy energizer y flacos chupados presumiendo nuestros pómulos salientes. Mi madre barría la casa en la madrugada porque las famosas pastillitas le quitaban el sueño.

En mis 20's seguí luchando contra mi más acérrima enemiga: la báscula maldita.

A veces subía unos cuantos kilitos y luego los bajaba.

Yo era como un yoyo.

Y es que amaba, amo y amaré comer.

Y es que adoraba, adoro y adoraré el pan, las cuquis, los chocolates y los pasteles.

Y odiaba, odio y odiaré hacer ejercicio.

Sin embargo, en mis 30's descubrí los beneficios de activar mi puerquecito.

Y mi metabolismo era sumamente benevolente.

Rápido quemaba grasa.

Descubrí la fórmula perfecta para disfrutar la buena mesa sin entrar en conflicto con la báscula.

No hay secreto ni productos milagrosos.

Ejercicio...

...más ejercicio...

y EJERCICIO.

Tal receta funcionó perfecto por un largo tiempo... Durante varios años fui la flaca feliz.

Hasta que llegué a los 40's.

En la actualidad no hay poder humano ni sobrenatural que me ayude a controlar la acelerada subida de los kilos.

Y no creas que trago a dos manos o que me he echado en mi hamaca acapulqueña.

Te prometo que ahora puedo aumentar de peso con sólo mirar la comida y tomar agua...

...y cada kilo ganado me cuesta un ovario y la mitad del otro para eliminarlo de mi cuerpo.

Dicen que son las hormonas...

Y yo les digo a las hormonas que se pueden ir poniendo sus zapatillas de ballet e irse de puntitas a chiflar a su mauser porque de ninguna manera pienso permitirles que me ganen la batalla.

Ya te contaré cómo quedamos.



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