martes, 17 de julio de 2012

Tiempo de Reconstruir

Ella salió del ojo de huracán.
El viento la volvió a arrancar del suelo, la llevó en el torbellino y, cuando al fin se cansó, la dejó ir sin suavidad.
Sintió vértigo.
Y miedo.
Constató que no había estado adentro de una pesadilla.
El viento se lo había llevado todo.
No se veía construcción alguna.
Tampoco había quedado en pie ninguna de sus murallas.
Esto la aterrorizó.
Se había quedado sin barreras, total, absoluta y completamente expuesta.
Se levantó, miró en un pedazo de espejo roto su imagen descompuesta.
Su cabello era una enredadera, pero más enredada se encontraba su cabeza.
Observó la destrucción con la mirada vacía, con las manos desnudas, con el corazón hueco, pero con el alma viva.
No era el minuto para llorar.
No era la hora para sufrir.
No era el tiempo para dormir profundamente.
No era el día para rendirse.
Era justo el momento para comenzar a reconstruir.
Buscó entre los escombros.
Encontró un ladrillo.
Lo tomó entre sus huesudas manos y lo colocó con todo su amor sobre la tierra firme.
Acto seguido se dispuso a encontrar otro ladrillo.
No fue tarea fácil, había demasiada basura por doquier.
Sus flacas manos, de venas marcadas, hicieron a un lado todo lo que estorbaba, hasta lograr encontrar un segundo ladrillo.
Lo puso al lado del primero.
Cerró los ojos.
Pidió al Universo le confiriese la fuerza necesaria para edificar nuevas construcciones, hermosas como las que hubo alguna vez, pero esta vez mucho más sólidas...
...a prueba de cualquier estúpida tempestad.


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