martes, 7 de agosto de 2012

Tina y la Encrucijada

Tina se encontró de pie, frente a una encrucijada.
En el silencio no absoluto.
Se escuchaban sus latidos, como las percusiones durante el clímax de una canción.
Su corazón acelerado le indicaba caminar hacia el norte, pero su razón, dominada por el miedo a lo nuevo, le ordenó detener su marcha.
Ella obedeció, miró hacia el horizonte y lloró.
Se revolcó en su llanto durante minutos, horas, días, semanas, meses y años.

No se movió de lugar.
Se quedó estática.
Luego de un rato se fue a jugar a ser feliz, pero sus vísceras no aguantaron la  opresión.
Más tarde, que temprano, reventó.
Corrió lo más rápido que sus costeñas piernas pudieron, hacia la encrucijada.
Escaló cerros, entró a ríos secos y otros húmedos, pasó por el desierto, se empapó bajo la lluvia.
Cuando finalmente llegó a la anhelada encrucijada, descubrió, con un dolor que le desgarró el alma y las entrañas, que tal camino ya no podía ser transitado.
Su mirada se inundó de un mar desbordante.
Se sentó sobre la tierra mojada por sus lágrimas.
Nuevamente miró hacia el horizonte y lloró...

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