martes, 1 de febrero de 2011

La Casa de Dunbar

Posiblemente la tercera vez que tuve el honor de sentarme a su mesa me platicaron sobre la casa de Dunbar.
Visiblemente emocionados describían la vista al mar desde la ventana de su recámara. Plenos de contentura rememoraban a la señora Vernon, dueña de la propiedad.
Tal vez durante esa ocasión compartieron conmigo álbumes fotográficos, casi un centenar de imágenes de su mágico lugar, vivieron en un mundo de fantasía, por la belleza del paisaje, porque iniciaban el camino uno al lado del otro.
No habían cumplido ni una semana de haber contraído matrimonio cuando partieron rumbo al norte de Escocia, a un poblado pequeño llamado Dunbar, para gozar una larga luna de miel y lo cotidiano de la vida.
Estaban lejos de su tierra mexicana, pero cerca de la señora Vernon, una dama extrovertida, de esas personas buenas con sus semejantes, mujer que alguna vez se sintió ofendida cuando alguien se refirió a ella como "vaciada", pues la traducción literal fue la que entendió. Hubo que explicarle el coloquialismo de la palabra cuyo significado era chistosa, divertida, amena...
Fue en el jardín de esta casa donde la pareja entonó canciones de su México lindo y querido; donde ofrecieron fiestas al estilo nuestro; donde disfrutaron centenares de amaneceres y atardeceres; donde conocieron días muy largos y otros demasiado breves.
Se extasiaron con las puestas de sol y el sonido de las olas.
Ahí disfrutaron caminatas junto al mar.
Fue en Dunbar donde vivieron un romance como el que nos gusta a las mujeres.
Fue en Escocia donde se sintieron como en casa y añoraron la colonia Roma y a su gente.
Fue a esta casa donde soñaron regresar, algún día, en compañía de sus hijos.
Y pasaron más de 40 años y el sueño, como todos los sueños que se anhelan con el corazón, se hizo realidad.
Tuve el privilegio de formar parte de la comitiva familiar que visitó la casa de Dunbar.
La pareja, con toda la familia, incluidos ahora Mauri y yo, fuimos a visitar el sitio donde ellos vivieron tan felices, a la casa de la señora Vernon, cuyo apellido se convirtió en el segundo nombre de mi baby face.
La señora Vernon lamentablemente ya no está en este mundo y la casa es ahora una propiedad dividida en tres departamentos.
Ese día la fortuna nos sonrió, encontramos a una de sus habitantes justo cuando se disponía a pasear al cocker de su nieta.
Al conocer la historia y los motivos de la visita de estos mexicanos a tan fría tierra, esta señora linda amablemente nos invitó, sin conocernos, confiando, a pasar a su hermoso hogar.
Nos ofreció té y galletas hechas con pura mantequilla.
Fue un verdadero placer tener la oportunidad de entrar a esa casa tan vista en fotografías y tan contada en las anécdotas, cuando hacemos sobremesa.
Señora linda, usted contribuyó a que la visita a la casa de Dunbar fuera doblemente disfrutable.
Esta es la casa de Dunbar

La vista desde uno de los balcones de la casa

Al fondo, las ruinas de un castillo en el cual alguna vez estuvo María Estuardo,  Reina de Escocia


Gracias a este pequeño entramos a conocer por adentro la casa de Dunbar


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