lunes, 28 de marzo de 2011

La Letra Con Sangre Entró

Cierto día, la niñita de los cabellos largos y lacios se vio obligada, por su madre y su padre, o por solamente uno de los dos, a abandonar en la Florida sus preciosas barbies, su preciada ropa ligera, sus innumerables pares de sandalias, su escuela y amigos.

De pronto se vio en un país nuevo para ella.

De un momento a otro tuvo la necesidad de hablar un idioma desconocido, de caminar por calles con automóviles que echaban mucho humo por el escape, de convivir con niños y niñas que la señalaban como "el contrabando" y le daban la espalda durante la hora del recreo.

La niñita de las piernas muy delgadas ya no vio la playa, ahora miró edificios altos y mucha gente por doquier.

Ella salió aquel día de su casa con su maletita en mano y su nuevo abrigo, sin imaginar que nunca más volvería.

Se despidió de su amiga Robin, con la esperanza de traerle a su regreso algún "recuerdito" de México Lindo y Querido.

A la niñita de los dientes blancos no le quedó más remedio que adaptarse, como los seres vivos saben bien hacerlo.

Ingresó a una Escuela Primaria pública llamada "Manuel López Cotilla", ubicada en la entonces Plaza Miravalle, actualmente glorieta de la fuente de Cibeles.

El destino, elegido por sus padres, la llevó a ser alumna de la temible maestra Arellano, una mujer rolliza, de grandes senos y semblante idéntico al de reina roja de la "Alicia en el País de las Maravillas" de Disney.

Solía usar vestidos de terlenca con flores estampadas, zapatos de tacón medio con punta cuadrada y medias gruesas de color piñón.

Su peinado cotidiano era un chongo recogido con puros pasadores y su boca la pintaba afuera de la raya de los labios en un rojo tan apagado como su mirada.

Tenía dientes grandes como los de un lobo y sus uñas rojas parecían garras.

Era una mujer en sus 40's, pero parecía de sesenta y tantos.

Su programa educativo era de la escuela conductista y su método utilizado, "la letra con sangre entra".

El borrador, el gis o lo que tuviera en mano salía volando hacia la cabeza del alumno que osara no haber aprendido de memoria las capitales de los continentes Americano, Europeo y Asiático; la orografía de América; la hidrografía de Europa para el día por ella previsto.

Ay de aquél que no vendiera sus horrorosos mazapanes a la hora del recreo.

Ay de aquélla que no recogiera los papeles del pasillo del segundo piso del edificio escolar.

Ay de aquéllas pobres que ella eligiera para la limpieza del aula al finalizar las clases.

La niñita, como el resto de sus compañeros, le tenía PAVOR a la maestra y sus gritos.

La niñita medio hablaba el español y lo escribía pésimo...

"Sanaoria", escribió alguna vez esta chiquilla y la maestra le encomendó hacer por lo menos cincuenta planas en libreta francesa con la palabra: Zanahoria.

Fue así corregida en otras cientos de palabras más, hasta que la ortografía entró al disco duro de la niñita peinada con sus cabellos largos y lacios recogidos, a solicitud de la maestra enchongada a la antigüita.

Hubo un día en que los gritos proferidos por la maestra, así como sus manoteos peligrosamente cercanos a su rostro, lograron que la niñita se orinara de miedo en pleno salón de clases.

La niñita es ahora una mujer adulta con recuerdos agridulces.

Su memoria tiene impresa a la entonces temible maestra como lo que era, una temible maestra, pero reconoce fue ella quien la enseñó a escribir correctamente el Español.

A la mujer que aquí escribe le costó sangre, sudor y orines, pero puede presumir su buena ortografía y narrar, con algo de facilidad, sus historias y anécdotas, en su diván de terciopelo azul.


Así era la maestra que me enseñó a escribir











2 comentarios:

Alexia dijo...

Pues me vas a perdonar, pero los métodos me provocan náuseas. No conocía esta historia del todo, pero me da rabia leerla. Por supuesto, mi admiración y respeto para ti como siempre...

Valentina dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo. Seguramente un método humanista hubiera hecho el mismo efecto y sin el trauma. Gracias Alexia por tus comentarios.