Imagino no pensó mucho qué ponerse, como sí hacemos las mujeres. Tal vez tomó un café y algún panecillo mientras caminó con prisa hacia su automóvil, con la urgencia de llegar temprano a la empresa, como siempre.
Imagino que el tráfico lo agobió, tal como nos sucede a la mayoría de los habitantes de ésta, la Ciudad más grande del mundo.
Imagino que iba pensando en los proyectos pendientes, en los asuntos por delegar, en los ya delegados, en la agenda laboral del día.
Un hombre de 49 años de edad, solamente cuatro años más que yo.
Un hombre culto, inteligente, honrado y bondadoso.
Responsable, entregado a su trabajo.
Imagino que esa mañana él no imaginó que ése día sería el último de su vida.
A la hora del almuerzo fue visitado por la muerte. Esta, sin previo aviso, sin pedir permiso, le infligió un infarto fulminante.
Hace algunos meses yo recibí un aviso y pretendo hacerle mucho caso.
Mi más sentido pésame para ti, mi querida amiga Ale, ya no estés triste, como tú dices, Héctor siempre estaba adelantado a todos y a todo, en el conocimiento, en la sabiduría...
...hoy se nos ha adelantado una vez más...
Descansa en paz, querido Héctor.