Las olas lamían los pies de Tina en tanto ella conversaba con su mente.
Siempre se había creído libre.
Ilusa.
Pensaba que su ir y venir, subir y bajar, entrar y salir, aterrizar y volar, era libertad.
Ilusa.
Definitivamente sí iba y venía, subía y bajaba, entraba y salía, aterrizaba y volaba en esos tiempos pasados, pero siempre había en ella un sentimiento asfixiante que le presionaba el plexo solar.
Recordó aquella vez que vomitó sus emociones en esa playa ahora tan lejana.
Esa noche llovía, como suele llover en el trópico.
Llevaba un vestido de manta, ajustado a su cuerpo costeño.
Portaba el vestido, unas gotas de perfume y nada más.
Se mojó toda, con su llanto, más que con el agua que caía del cielo.
El vestido empapado abrazó sus curvas.
Salió de Tina un séquito de demonios, largo tiempo contenidos.
Lucifer, Luzbel, Belcebú y hasta la mismísima Lilith fueron exorcizados de su alma en esa noche.
Se dispersaron por la arena algunos, los menos se fueron a nadar y los más quisieron ir a poseer a las almas atormentadas.
Esto último hizo Lilith.
En esa noche de tormenta fue cuando Tina se sintió ligera.
En esa noche oscura dio inicio su transformación.
En esa noche mojada, toda ella, comenzó a comprender el verdadero concepto de la palabra libertad.
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viernes, 3 de agosto de 2012
viernes, 20 de enero de 2012
Los Roles Que Todos Jugamos
¿Cómo saber en qué momento una persona se ha quitado alguno de sus disfraces sociales?
Cuando el individuo no se sabe observado. Es entonces cuando adopta una postura relajada, se "desempanzurra" y hasta joroba de dromedario le verás.
No cuidará los gestos de su rostro. Si algo le disgusta el ceño fruncirá. Ante un estímulo agradable hasta los ojitos cerrará y perderá toda compostura.
También es posible que el sujeto baile sin vergüenza y hasta cante desde el fondo de su corazón.
Sin el antifaz status quo el hombre o la mujer se dan permiso.
Permiso para ser un ser total, para gozar y relajarse.
Cuando nadie te ve, o cuando crees que nadie te ve, te atreves a ser tú.
Confieso que yo tengo no uno, sino varios antifaces.
Y tú...
...¿cuántas máscaras has adquirido a lo largo de tu vida?
Este podría ser el antifaz para la cena en casa de los Limantour... |
La máscara para infundir autoridad... |
El disfraz para conquistar al oscuro objeto del deseo... |
viernes, 30 de septiembre de 2011
Matilde, Mitos y Leyendas
El primer día de clases del cuatrimestre que ayer finalizó, casi muero de un infarto cuando la vi caminar por el pasillo.
Pensé, bastante angustiada: "No puede ser, me va a tocar clase con la Matilde".
Había escuchado historias truculentas sobre esta maestra.
"Tiene mal carácter", "Es sarcástica", "Te hacer leer y releer si te equivocas cuando expones frente al grupo", "Deja muchísima tarea", "Sus exámenes son larguísimos", "Tiene una mirada penetrante", "Ni levantes la mano para opinar, si dices algo estúpido, te pone en evidencia", "Procura pasar inadvertida"...
Entré al salón de clases con el corazón en la mano.
Sentía pavor.
Su presencia me intimidaba.
En las primeras dos clases pocas alumnas levantábamos la mano para opinar o preguntar.
El ambiente era denso.
Me parece que la mayoría habíamos escuchado las terroríficas historias sobre la Dra. Sakruka.
Y yo esperaba, por tales cuentos, encontrarme con la bruja mala del cuento.
Pero puro cuento era lo que me habían dicho sobre ella.
Me encontré con una mujer instruida, con vasta experiencia en psicoanálisis, puntual, que se hace respetar por quien es y cuyo sentido del humor me mató, pero de risa.
Sí es sarcástica e irónica, ¿pero qué persona inteligente no lo es?
Es además empática cuando necesita serlo.
Más de una vez atestigüé cómo se acercó a la alumna quebrantada por algún tema que tocó las emociones.
Bromista, inteligente, simpática, maestra inolvidable.
Compartió su conocimiento con nosotras, nos explicó cuando teníamos dudas y nos hizo reír con sus comentarios.
Un día hasta nos recitó "La Guaja", completita, de memoria, con todo y el tono de voz necesario para ejemplificar el amor de una madre por su hijo.
No creas todo lo que te dicen.
No juzgues sin comprobar.
Mejor experimenta y luego habla.
El cuatrimestre que sigue me inscribiré a "Pruebas Psicológicas en la Infancia", materia que será impartida por la Dra. Sakruka, quien no tiene un pelo de mala... ni de tonta, claro está.
Pensé, bastante angustiada: "No puede ser, me va a tocar clase con la Matilde".
Había escuchado historias truculentas sobre esta maestra.
"Tiene mal carácter", "Es sarcástica", "Te hacer leer y releer si te equivocas cuando expones frente al grupo", "Deja muchísima tarea", "Sus exámenes son larguísimos", "Tiene una mirada penetrante", "Ni levantes la mano para opinar, si dices algo estúpido, te pone en evidencia", "Procura pasar inadvertida"...
Entré al salón de clases con el corazón en la mano.
Sentía pavor.
Su presencia me intimidaba.
En las primeras dos clases pocas alumnas levantábamos la mano para opinar o preguntar.
El ambiente era denso.
Me parece que la mayoría habíamos escuchado las terroríficas historias sobre la Dra. Sakruka.
Y yo esperaba, por tales cuentos, encontrarme con la bruja mala del cuento.
Pero puro cuento era lo que me habían dicho sobre ella.
Me encontré con una mujer instruida, con vasta experiencia en psicoanálisis, puntual, que se hace respetar por quien es y cuyo sentido del humor me mató, pero de risa.
Sí es sarcástica e irónica, ¿pero qué persona inteligente no lo es?
Es además empática cuando necesita serlo.
Más de una vez atestigüé cómo se acercó a la alumna quebrantada por algún tema que tocó las emociones.
Bromista, inteligente, simpática, maestra inolvidable.
Compartió su conocimiento con nosotras, nos explicó cuando teníamos dudas y nos hizo reír con sus comentarios.
Un día hasta nos recitó "La Guaja", completita, de memoria, con todo y el tono de voz necesario para ejemplificar el amor de una madre por su hijo.
No creas todo lo que te dicen.
No juzgues sin comprobar.
Mejor experimenta y luego habla.
El cuatrimestre que sigue me inscribiré a "Pruebas Psicológicas en la Infancia", materia que será impartida por la Dra. Sakruka, quien no tiene un pelo de mala... ni de tonta, claro está.
jueves, 11 de agosto de 2011
La Pasión
Ayer te conté sobre mi cadena de deseos interminables que, según yo, son posible motivo de mis dilemas existenciales.
Al salir de la oficina fui a recorrer por lo menos tres tiendas departamentales para recabar precios de refrigeradores porque el que teníamos en casa decidió irse a descansar.
Una vez que tuve mis tres listas con precios y modelos de refris, me dirigí a casa.
Tenía la tarde libre así que me dispuse a ver una película más de Ingmar Bergman, titulada en español "La Pasión de Anna" (1969) y llamada simplemente "La Pasión" en sueco.
En este filme los cuatro personajes medulares viven en una soledad acompañada.
Eva y Elis son un matrimonio aburrido uno del otro, situación que ha llevado a la mujer a sumergirse en una profunda depresión que la mantiene insomne por las noches.
Anna y Andreas se acaban de conocer y han decidido vivir juntos. Ella es viuda y él parece ser es divorciado, su estado civil o situación sentimental, como lo llaman en el facebook (qué risa), no es del todo clara, como suele suceder en las películas de Bergman.
La soledad, el desencanto, la insatisfacción y la desintegración forman parte de la psicología de cada uno de estos personajes.
También se proyecta la representación de las diferencias entre lo femenino y lo masculino, particularmente en la escena en la cual Anna, durante el desayuno, pregunta a Andreas qué hará ese día. El hombre calla. Ella repite la pregunta. El hombre hace mutis nuevamente y se levanta enfurecido, toma su hacha y sale a cortar la leña.
La mujer se siente sola y necesita comunicarse.
El hombre se siente solo y necesita encapsularse.
La soledad a deux los lleva a la desintegración, visualmente representada en la escena en la cual la pareja sobrepasa la violencia psicológica y llega al maltrato físico.
A mí me parece que además del desencanto y la soledad es la falta de PASION lo que más atormenta a los cuatro personajes.
Mi cadena de deseos, como te platiqué ayer, son el motor que me impulsa hacia adelante, pero a ello se suma la pasión.
Yo siento que me desintegro si no existe la pasión en mi vida y en lo que hago.
Como bien dice la Mtra. y Psicóloga Diana Cantellanos, "Pasión es lo que soy, lo que hago, mi motor. Si no existiera la pasión en mi vida no gozaría, no disfrutaría, no me dolería, no me retaría, no soñaría, no desearía. La pasión es lo que me levanta, me nutre, me prende, me hace dar y recibir; me mueve a desafiarme, arriesgarme a equivocarme y volver a empezar".
Al salir de la oficina fui a recorrer por lo menos tres tiendas departamentales para recabar precios de refrigeradores porque el que teníamos en casa decidió irse a descansar.
Una vez que tuve mis tres listas con precios y modelos de refris, me dirigí a casa.
Tenía la tarde libre así que me dispuse a ver una película más de Ingmar Bergman, titulada en español "La Pasión de Anna" (1969) y llamada simplemente "La Pasión" en sueco.
En este filme los cuatro personajes medulares viven en una soledad acompañada.
Andreas y Anna |
Anna y Andreas se acaban de conocer y han decidido vivir juntos. Ella es viuda y él parece ser es divorciado, su estado civil o situación sentimental, como lo llaman en el facebook (qué risa), no es del todo clara, como suele suceder en las películas de Bergman.
La soledad, el desencanto, la insatisfacción y la desintegración forman parte de la psicología de cada uno de estos personajes.
También se proyecta la representación de las diferencias entre lo femenino y lo masculino, particularmente en la escena en la cual Anna, durante el desayuno, pregunta a Andreas qué hará ese día. El hombre calla. Ella repite la pregunta. El hombre hace mutis nuevamente y se levanta enfurecido, toma su hacha y sale a cortar la leña.
La mujer se siente sola y necesita comunicarse.
El hombre se siente solo y necesita encapsularse.
La soledad a deux los lleva a la desintegración, visualmente representada en la escena en la cual la pareja sobrepasa la violencia psicológica y llega al maltrato físico.
A mí me parece que además del desencanto y la soledad es la falta de PASION lo que más atormenta a los cuatro personajes.
Mi cadena de deseos, como te platiqué ayer, son el motor que me impulsa hacia adelante, pero a ello se suma la pasión.
Yo siento que me desintegro si no existe la pasión en mi vida y en lo que hago.
Como bien dice la Mtra. y Psicóloga Diana Cantellanos, "Pasión es lo que soy, lo que hago, mi motor. Si no existiera la pasión en mi vida no gozaría, no disfrutaría, no me dolería, no me retaría, no soñaría, no desearía. La pasión es lo que me levanta, me nutre, me prende, me hace dar y recibir; me mueve a desafiarme, arriesgarme a equivocarme y volver a empezar".
Liv Ullmann (Anna) en un close up característico de Bergman |
Bibi Andersson (Eva), en otra toma típica del director sueco |
jueves, 7 de julio de 2011
Mi Vida En Rosa
A mí me fascina vestir de negro aunque el blanco también me agrada.
Tengo pocas prendas de color rosa pink mas incontables objetos y accesorios en esta tonalidad.
La cubierta de mi celulítico y de mi Ipad son fucsia o "fusha", como me dijo María Sorté cuando la entrevisté hace varios años.
Tengo una gabardina con lunares rosas y una sombrilla que le combina.
Rosa mexicano es el cojín sobre el cual me recargo en la silla de mi oficina y las fotografías de orquídeas no susurrantes que decoran la pared también son en tonos rosados.
Una laptop rosa es la que llevo conmigo a la escuela.
En una taza rosa bebo el café en mi trabajo.
Uno de los estuches de mis gafas es rosado, como las agujetas de color de rosa.
En este tono tengo un reloj, un par de zapatos, unos pendientes, una bata, unas sandalias, unos Keds, una bici y quién sabe cuántas chucherías más.
La Pantera Rosa es mi personaje de dibujos animados favorito.
Pretty in Pink es una película ochentera que me gustó mucho.
La Vie en Rose la he cantado en el coche, la versión de Grace Jones, no la de Piaf.
De color rosa son las flores de una pintura en mi oficina, obra de mi amiga Xo.
Rosa era el uniforme de Ringo Starr en el album del Sargento Pimienta y a la Barbie también le gusta el rosa.
¿Será el mío un caso para terapia?
Sí, contesté yo...
Pero de Rosaterapia je je.
Soy una niñota y espero que eso me dure un largo tiempo...
Tengo pocas prendas de color rosa pink mas incontables objetos y accesorios en esta tonalidad.
La cubierta de mi celulítico y de mi Ipad son fucsia o "fusha", como me dijo María Sorté cuando la entrevisté hace varios años.
Tengo una gabardina con lunares rosas y una sombrilla que le combina.
Rosa mexicano es el cojín sobre el cual me recargo en la silla de mi oficina y las fotografías de orquídeas no susurrantes que decoran la pared también son en tonos rosados.
Una laptop rosa es la que llevo conmigo a la escuela.
En una taza rosa bebo el café en mi trabajo.
Uno de los estuches de mis gafas es rosado, como las agujetas de color de rosa.
En este tono tengo un reloj, un par de zapatos, unos pendientes, una bata, unas sandalias, unos Keds, una bici y quién sabe cuántas chucherías más.
La Pantera Rosa es mi personaje de dibujos animados favorito.
Pretty in Pink es una película ochentera que me gustó mucho.
La Vie en Rose la he cantado en el coche, la versión de Grace Jones, no la de Piaf.
De color rosa son las flores de una pintura en mi oficina, obra de mi amiga Xo.
Rosa era el uniforme de Ringo Starr en el album del Sargento Pimienta y a la Barbie también le gusta el rosa.
¿Será el mío un caso para terapia?
Sí, contesté yo...
Pero de Rosaterapia je je.
Soy una niñota y espero que eso me dure un largo tiempo...
Muy cuquis cuquis es la Pink Panther |
Nada mal... nada mal... ya se me antojó tenerla... |
Unas así hay en mi patio... |
Esto es un "no, no"... a Kana nunca la verás teñida de rosa... |
...ni me verás a mí manejando un jeep rosa chicle... |
...ni me verás habitando una casa rosada... |
![]() |
...y mucho menos viviendo entre paredes rositas... |
sábado, 26 de marzo de 2011
Tremendo Pancho El Que Le Armé
¿Será buena idea mi deseo de ser psicoterapeuta?
Esta pregunta la traigo metida en la cabeza desde ayer, cuando salí del consultorio de mi psicoterapueta.
No sé si fue por el calor, por la junta que se me ocurrió programar en un viernes a las 3 pm, por las hormonas o simplemente porque sí, pero me comporté como una paciente bien panchera.
Le hice un panchototote.
Como esos panchos que armamos las mujeres a los hombres cuando nos da el masiosare.
Me regresioné cabronamente.
Posiblemente a los 5 años de edad.
Bueno, hasta el tono de mi voz se aniñó.
Y todo porque le atribuyo a las tabletas antidepresivas la causa de los 5 kilogramos que he aumentado.
Claro que no quiero admitir que la subida de peso se debe a mis 6 meses de no pisar el gimnasio... a mis 6 meses de comer indulgentemente todo tipo de repostería y panes...
Por supuesto que no.
Y le hice un panchote a mi terapeuta.
Como si ella tuviera la culpa de mi lonja sexy.
Como si ella fuera la responsable de mi casi comer a dos manos los cubiletes rellenos de crema pastelera, los panes daneses, las conchas y los sacher que tanto me gustan.
Hice berrinche, me crucé de brazos, le pregunté por lo menos 10 veces hasta cuándo tendría que tomar el medicamento.
La cuestioné sobre la función de esta medicina en mi cerebro. Le pedí me explicara exactamente qué es eso de la serotonina y las neuronas.
Se nos fue la hora en mi panchote.
Se nos fue la hora con ella tolerante y paciente, como si la paciente fuera ella y no yo.
Con toda tranquilidad me explicó, en su afán de hacerme comprender de la mejor manera, que mi aumento de peso se debe a mis 6 meses de flojera y tragadera, palabras mías, por supuesto.
Y cuando salí me di risa a mí misma.
Y desde ese momento hasta ahora me pregunto cuánta paciencia y tolerancia tendría yo para aguantar a una paciente panchera en un caluroso viernes por la tarde...
Esta pregunta la traigo metida en la cabeza desde ayer, cuando salí del consultorio de mi psicoterapueta.
No sé si fue por el calor, por la junta que se me ocurrió programar en un viernes a las 3 pm, por las hormonas o simplemente porque sí, pero me comporté como una paciente bien panchera.
Le hice un panchototote.
Como esos panchos que armamos las mujeres a los hombres cuando nos da el masiosare.
Me regresioné cabronamente.
Posiblemente a los 5 años de edad.
Bueno, hasta el tono de mi voz se aniñó.
Y todo porque le atribuyo a las tabletas antidepresivas la causa de los 5 kilogramos que he aumentado.
Claro que no quiero admitir que la subida de peso se debe a mis 6 meses de no pisar el gimnasio... a mis 6 meses de comer indulgentemente todo tipo de repostería y panes...
Por supuesto que no.
Y le hice un panchote a mi terapeuta.
Como si ella tuviera la culpa de mi lonja sexy.
Como si ella fuera la responsable de mi casi comer a dos manos los cubiletes rellenos de crema pastelera, los panes daneses, las conchas y los sacher que tanto me gustan.
Hice berrinche, me crucé de brazos, le pregunté por lo menos 10 veces hasta cuándo tendría que tomar el medicamento.
La cuestioné sobre la función de esta medicina en mi cerebro. Le pedí me explicara exactamente qué es eso de la serotonina y las neuronas.
Se nos fue la hora en mi panchote.
Se nos fue la hora con ella tolerante y paciente, como si la paciente fuera ella y no yo.
Con toda tranquilidad me explicó, en su afán de hacerme comprender de la mejor manera, que mi aumento de peso se debe a mis 6 meses de flojera y tragadera, palabras mías, por supuesto.
Y cuando salí me di risa a mí misma.
Y desde ese momento hasta ahora me pregunto cuánta paciencia y tolerancia tendría yo para aguantar a una paciente panchera en un caluroso viernes por la tarde...
martes, 31 de agosto de 2010
La Insoportable Terquedad Del Ser
El tema de hoy es la terquedad...
...la insoportable y obstinada terquedad del ser que se niega a doblegarse.
Sabes perfecto que esa fórmula no dará resultado, pero la usas otra vez, quién sabe, en una de esas ahora sí jala.
Haces más de lo mismo, aunque conoces de antemano el mal pronóstico.
Vuelves a recorrer ese caminito, aunque sea pedregoso.
Y te das un madrazo... y otro más, uno más, total, ya encarrerado el ratón...
Tu constructo genial no funciona, pero chance y ora sí no falle.
Ay virgencita santa, que no me salga el tiro por la culata, imploras a la veladora.
Se ha instalado la cerrazón total y absoluta a otras alternativas.
Orgullo y obstinación antes que reconocerte responsable.
Claro, si ser víctima es lo más fácil.
Pero la factura es costosa.
Ay Diosito, ilumíname por favor, no permitas nunca más a la cegadora venda de la terquedad que regrese a mi ser.
...la insoportable y obstinada terquedad del ser que se niega a doblegarse.
Sabes perfecto que esa fórmula no dará resultado, pero la usas otra vez, quién sabe, en una de esas ahora sí jala.
Haces más de lo mismo, aunque conoces de antemano el mal pronóstico.
Vuelves a recorrer ese caminito, aunque sea pedregoso.
Y te das un madrazo... y otro más, uno más, total, ya encarrerado el ratón...
Tu constructo genial no funciona, pero chance y ora sí no falle.
Ay virgencita santa, que no me salga el tiro por la culata, imploras a la veladora.
Se ha instalado la cerrazón total y absoluta a otras alternativas.
Orgullo y obstinación antes que reconocerte responsable.
Claro, si ser víctima es lo más fácil.
Pero la factura es costosa.
Ay Diosito, ilumíname por favor, no permitas nunca más a la cegadora venda de la terquedad que regrese a mi ser.
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