viernes, 25 de junio de 2010

Los Funerales de Mamá Paulita

Mi abuela decidió irse a un lugar tal vez menos triste un 26 de Junio del año 2006. En los últimos años de su vida su compañía más recurrente fue la soledad.

Mañana, hace cuatro años, nos despedimos de ella en mi querido puerto de Acapulco.

Recuerdo que al caer sobre su tumba la última pala de la tierra que me vio nacer, el sol abrasaba la piel y calentaba los corazones de quienes seguíamos en este mundo.

Algunos se encontraban desconcertados, otros tristes, sollozando, sufriendo... mientras yo pensaba en la delgada línea que divide a la vida de la muerte.

Por un momento una nube no tan distraída tapó el sol y sopló un viento caliente y suave sobre nuestros rostros y cabellos... yo creo que era la abuela que nos decía hasta pronto con la urgencia de irse ya a gozar una mejor vida.

Doña Paula, como le decían algunos; o mamá Paulita, como le decían sus nietos consentidos; o la abuela Paula, como le decía yo, fue durante su paso por el mundo una mujer fuerte, enviudó muy joven, se quedó con seis hijos que procreó con mi abuelo Alfonso, a quien no tuve el gusto de conocer.

Sólo ella supo cuánto amó o sufrió, yo la veía altiva y de acero, mas sus ojos acuosos delataban su sentir. Hablaba recio con su acento costeño. En su calurosa casa el ventilador generaba un aire caliente e irrespirable mientras ella se abanicaba en su mecedora roja.

Ir a visitarla era ocasión para comer pan tostado Bimbo con mermelada de fresa y esperar, sin más remedio, el turno para ir a la tiendita de Enedina. Uno a uno o de dos en dos, íbamos los nietos a comprarle una veladora, en otro viaje una yoli, en otro la crema o las tortillas.

En los capítulos finales de su historia se encontraba sola... hijos y nietos, todos nosotros muy ocupados resolviendo nuestras propias vidas... tan egoístas como los humanos podemos y sabemos ser.

El día de su muerte el desasosiego se esparció entre sus hijos...

La prima Chimis, otra mujer fuerte que conozco, hizo le que se tenía que hacer. Organizó los preparativos del funeral, realizó las llamadas correspondientes para reunir a la familia.

La voluntad de la abuela en esos momentos ya no contaba, su cuerpo estaba presente, pero su alma y su espíritu, me imagino yo, observaban desde arriba los sucesos y decisiones en torno a la última morada de sus restos.

Es una línea muy delgada la que nos separa de la muerte y ésta siempre llega sin pedir permiso, en cualquier instante.

Al final todo se queda aquí, en este mundo material... uno se va consigo mismo y con su alma a otra parte, con los recuerdos de lo bien o mal vivido.

Hace cuatro años la muerte de mi abuela me invitó a la reflexión...

Te mando un beso, abuela Paula, allá donde tú estés, espero muy feliz, en compañía del abuelo Alfonso.




2 comentarios:

Alex dijo...

Valentina,
me encantó lo bello y limpio de tu recuerdo de la abuela Paula... eres la mejor y nos haces sentir con tu forma de escribir...

¡Gracias!

Alex

Valentina dijo...

Gracias por tu comentario mi querida amiga.
Te mando un abrazo hasta allá.