jueves, 16 de junio de 2011

La Cita Casi a Ciegas

La cita fue un sábado por la mañana de hace algunas semanas. Sentía miedo, curiosidad y alegría.

Miedo porque no sabía si los reconocería o, peor, si ellos me reconocerían a mí.

Curiosidad por saber cómo eran veintitantos años después.

Alegría por volver a ver a personas con las cuales alguna vez conviví tanto en el salón de clases como en otros tantos lugares.

Llegué muy puntual a la cafetería Palacio, ubicada a un costado del Polyforum Cultural Siqueiros.

Pregunté a la "joustes" si había alguna reservación a nombre de la Septién, los periodistas o algo por el estilo.

Nada.

Y entonces escuché una voz femenina pronunciar mi nombre.

Era Cristina, la reconocí de inmediato.

Y ella a mí.

¡Fiu!

Nadie más había llegado aún.

Nos sentamos en una mesa con capacidad para diez personas. Comenzamos a hablar sin preámbulo y sin parar.

Imagínate cuántas palabras y oraciones pueden formar dos mujeres que no se han visto en más de dos décadas y media.

Nos contamos casi todo. Casi.

Alegrías, desdichas, enfermedades, trabajos, amores ganados y perdidos, recuerdos, acontecimientos vividos desde el día de la graduación hasta el momento de esta cita.

En un momento de silencio para nada incómodo, le pregunté si había revisado el lugar en búsqueda de otros compañeros.

Respondió que sí pero era bastante posible no haberlos reconocido.

Le dije que me daría una vuelta para ver.

Iba caminando muy despacio, mirando a los comensales detenidamente, buscando alguna señal.

En una mesa al fondo había algunos contemporáneos.

Me acerqué para verlos más de cerca, pues no traía mis anteojos.

No encontré gestos conocidos en tal mesa.

Una vez hecho el recorrido regresé con Cristina.

No había nadie más del grupo.

Unos cuantos minutos después llegaron Alma y luego Miriam, muy alegre toda ella.

Nos reconocieron y nosotras a ellas.

¡Fiu!

Enseguida arribaron Claudia, Liz y Vero.

Claudia tenía algunos minutos afuera, pero había esperado a Liz, por miedo a entrar y no reconocer a nadie o, peor, no la reconocieran a ella.

Hablamos de casi todo. Casi. Con la sentada a nuestro lado, con la sentada frente a nosotras, con la sentada al otro extremo de la mesa.

Imagínate cuántas palabras y frases pueden armar siete mujeres que se reúnen después de dos décadas y media.

Hablábamos de todo salvo de la edad... pero como a mí la edad me vale un sorbete sí hablé sobre mi edad y acerca de otros menesteres que podrían ser motivo de vergüenza, para otras mujeres mas no para la Valentina.

Les conté sobre las caguamas de la esquina, los viernes, al terminar las clases.

Ahí era el punto de reunión.

El coche de Rafita, me parece, fue en un tiempo la cantina.

Cada quién tomaba su caguama y de ahí yo me iba a hacer mi servicio social al Canal 11 del IPN.

Adri y yo llegábamos bastante alegres a tomar, no más caguamos sino las llamadas de los reporteros que nos dictaban furibundos sus notas para el armado del teaser del noticiero Enlace.

Las mujeres del desayuno de las dos décadas y media después no podían creer lo que sus oídos escuchaban.

Consideraban que una mujer como yo, tan "recatada" y tan "bien" era imposible se tomara una caguama y mucho menos en la esquina de la escuela. Ignominia.

Y enseguida preguntaron por qué ellas nunca supieron de las caguamas de la esquina.

Y mi respuesta a tal pregunta fue "porque eran demasiado nerds".

En fin, regresando al desayuno de las dos décadas y media después, llegaron un poco tarde Elmer y por último Gil.

Nos reconocieron y nosotras a ellos.

¡Fiu!

Lo típico en estos reencuentros es escuchar: "Estás igualita", "No has cambiado nada", pero la verdad es que el tiempo ha pasado.

Es curioso, la primera impresión al ver a mis compañeros de la escuela de periodismo fue que efectivamente físicamente ya no son (somos) los mismos, pero al escucharlos hablar, ver sus gestos, su mirada, la forma en que mueven o no mueven las manos cuando explican algo, observar su sonrisa, escuchar su elocuencia o escasez de palabras, me sentí transportada al pasado y, al cabo de un ratito, fue como si estuviéramos en alguno de los varios salones de clases por los que pasamos hace dos décadas y media.

La fachada ha cambiado, pero la esencia se mantuvo... y en algunos y algunas, me cuento, la esencia se enriqueció.

Fue un privilegio verlos en esa cita, esperemos que en la próxima se unan varios más.

Arriba: Gil y Alma. Abajo: Miriam, Elmer, Vero, Liz, Cristina, Valentina y Claudia






2 comentarios:

Arturo Medina Galindo dijo...

Estupenda crónica, me encanto !!!! te felicito, a pesar de que por azares del destino no te dediques al periodismo ¡lo traes en la sangre!.

Lilia Carrillo dijo...

Gracias Arturo, tu visita al diván y comentario me halagan muchísimo.