miércoles, 2 de mayo de 2012

Noche Tormentosa

Adoro las noches de tormenta.
Anoche fue una de ellas, lamentablemente de corta duración.
La habitación se encuentra en silencio, escucho con claridad las gotas de lluvia sobre el domo de la escalera, no sobre el tejado caliente, como en la película de la Taylor y el Newman.
Oigo el viento a través del sonido de las campanas tubulares, una para el Ying y otra para el Yang.
Podría pasarme el tiempo del mundo escuchando el tintineo, pero sólo dura mientras vive el viento.
Escucho perfecto cómo se arrastran y levantan en torbellino las hojas y pétalos secos de las bugambilias que custodian la entrada a la casa.
Los truenos generan un ruido que me llega al plexo solar.
La luz de los relámpagos se cuela tímidamente por la cortina entreabierta.
Los gemidos de la Kana, espantada por los rayos, se entremezclan con este drama natural.
Se acerca a mí, acaricio su cabeza y la tranquilizo con palabras.
Se acuesta sobre el tapete, a un lado de la cama.
Y yo miro el techo en tanto la tormenta se desata y se calma.

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