sábado, 19 de septiembre de 2009

La Mujer Salvaje

Es sábado en la tarde y no me hallo, empecé a leer "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola Estés (el cual leí hace como cuatro años y fue medicina que curó mis heridas emocionales en un período de crisis existencial)... bueno, siguiendo con el aquí y ahora... hice a un lado este libro y estuve hojeando otro sobre psicopatología de la vida amorosa, leí sobre dos temas, me aburrí, regresé al de las mujeres que corren con los lobos, esas mujeres que han recuperado su Mujer Salvaje, su naturaleza instintiva, su percepción, su intuición, su alma femenina. Y leo que las mujeres que han perdido a la Mujer Salvaje están atrapadas, contenidas y tienen actitud pusilánime ante diversas circunstancias de la vida, temerosas de hacer, ir y venir, temerosas de sentir, decir o crear, temerosas de aventurarse o revelarse, temerosas de tener una relación, temerosas de estar solas, temerosas de Dios o temerosas de no tener una creencia religiosa. Estas mujeres se sienten mareadas, enfermas, con acidez estomacal, se sienten cortadas o asfixiadas. La mujer sana o Salvaje, dice Pinkola, se parece más a una loba, robusta, colmada, consciente de su propio territorio, ingeniosa, leal, en constante movimiento. Dice que no estamos hechas para ser unas criaturas enclenques. La Mujer Salvaje es, desde el punto de vista de la psicología arquetípica, el alma femenina, es todo lo que pertenece al instinto, la que sabe escuchar, la que establece su propio territorio, la que encuentra su manada, la que se siente plena y feliz en su cuerpo, la que sabe qué sitio le corresponde, la que tiene conciencia de sí y de lo que le rodea. En la introducción a este libro la autora nos recuerda que sin nosotras la Mujer Salvaje se muere y sin la Mujer Salvaje nos morimos nosotras, dice que para la vida, para la verdadera vida, ambas tenemos que vivir... Y hasta ahí leí, bajé por unas galletas a la cocina como buena cuquimonster que soy y me dieron ganas de compartir lo que acababa de leer. Al rato iremos al Zinco a escuchar a Sr. Mandril.

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