miércoles, 16 de septiembre de 2009

La Playa es la Playa

A mí me encanta la playa y no necesariamente porque nací en Acapulco y crecí en Daytona ni porque soy pisciana de tiempo completo con ascendente en Libra. Cualquier playa ejerce un poder hechizante y curativo para mí. Las playas del Caribe Mexicano me fascinan por sus aguas transparentes que parecen una gran alberca y por esa arenita fría que se asemeja al talco. Las bahías de Huatulco son hermosas vistas desde arriba y desde la lanchita que te lleva a recorrerlas una por una. Playa Quieta, en Ixtapa, me gusta para descansar. Y si se trata de convivir con peces y tener mucha tranquilidad, lo cual a mí me encanta, las playas de La Paz es donde me he sentido como si estuviera en una pecera. Recuerdo aquel estero que casi se juntaba con el mar en San José del Cabo, lleno de aves de todos los colores. No me gustaron los colores de la playa en Puerto Vallarta, pero caminar por el muelle me agradó bastante. Los hippies de Puerto Escondido me fascinaron con su conversación y no me encontré a nadie sin ropa en Zipolite, ahí lo que si vi fue un mar hermoso y azul que arremetía una y otra vez contra las formaciones rocosas de figuras caprichosas. Y es que la playa es la playa, así se trate de las playas en pleno invierno de Normandía, con el viento helado que te recuerda los eventos históricos que ahí tuvieron lugar. El mar para mí siempre será reconfortante, no importa si es el que se ve desde Barcelona, San Francisco o Cocoa Beach, pero el más bonito de todos siempre será para mí ¿cuál creen? Pues ni más ni menos el de mi bello puerto de Acapulco.

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