En esta ocasión te platicaré nuevamente sobre la realidad, si acaso se
le puede llamar de tal manera.
Los argumentos de hoy y los de la anterior consulta en el diván se basan
en un par de ensayos que escribí para la clase de Epistemología y Psicología.
Había "monologuiado" sobre la realidad dependiente del observador, ésa en la cual yo puedo construir mi realidad.
Ahora "monologuiaré" sobre cómo esa realidad mía tan subjetiva se
puede
malinterpretar al transmitirla a mi interlocutor si yo desvirtúo el mensaje mediante
la confusión, la desinformación o por mi forma de comunicarla, ya sea a través
del lenguaje hablado o del indirecto y averbal.
Averbal es el lenguaje corporal, esas señales inconscientemente emitidas y que un receptor observador bien puede captar o captar a su entender.
Y yo también soy receptora de comunicaciones posiblemente claras, confusas o con pretensiones de manipulación. ¿Cuántos mensajes llegarán a mí desvirtuados por la forma de comunicármelo? ¿O estarán dirigidos
con intenciones de hacerme creer en los beneficios de un producto, una idea,
una iniciativa, en la veracidad de un informe, de ciertas estadísticas o de tal o cual conferencia
magistral ofrecida en un idioma desconocido, traducido por un intérprete que
malinterpreta el discurso?
Yo interpreto, tú interpretas, nosotros interpretamos.
Yo pretendo
comunicar una idea, el mensaje puede contener significados diferentes según el receptor.
Llevándolo a ejemplos cotidianos, basta con encender la televisión y
escuchar a algunos comentaristas de noticieros. Lo inquietante es que muchas
personas consideran lo visto y escuchado como la verdad absoluta, porque lo
vieron en la tele, lo escucharon en la radio, lo leyeron en Vanidades o lo han
“googleado”.
Es casi “palabra de Dios” porque lo dijo Loret de Mola, lo esgrimió la
Micha, lo expresó Martha Debayle; es absolutamente verdadero porque
está en
wikipedia o así lo confirmó la Valentina : )
Como te había comentado en otra entrada a este diván, se anuncian productos
milagrosos para bajar de peso, perder grasa, eliminar la celulitis, mejorar la
circulación, nivelar el colesterol, lucir la figura soñada, cápsulas para
atraer al sexo opuesto, para ser felices, para dejar de sufrir.
Un día “informan” que tres pescadores mexicanos estuvieron a la deriva
en alta mar durante nueve meses y, al ser rescatados, salen en los noticieros
todos bronceados, nada desnutridos, ni con la piel ajada por el sol.
Hace algunos años surge el incontrolado rumor del ataque de un animal
desconocido al ganado, cabras y pollos. Nace así la leyenda del famoso “chupacabras”.
Se esparce la psicosis entre habitantes de pueblos, ranchos y granjas. “La verdad
depende de lo que se cree. Una profunda superstición puede crear sus propias
demostraciones de realidad” (Watzlawick).
Cierta mañana de Septiembre vemos a través de la pantalla de la televisión cómo se
estrella lo que en ese momento no se tiene la seguridad es un avión, en una de
las ahora inexistentes Torres Gemelas en Nueva York.
Los locutores del noticiero matutino, Lourdes Ramos y Jorge Berry, no se
explican lo sucedido. Plantean una y otra y otra hipótesis, todas basadas en lo visto, o en lo que creen haber visto. Fue un
helicóptero, una bomba, una avioneta. No atinan a la noticia objetiva. Se ha
creado “la niebla de la confusión, circunstancia particularmente fácil para
sucumbir a ciertas sugestiones que aparecen en el instante crítico”
(Watzlawick).
“Los modernos cultivadores del lavado de cerebros”, como atinadamente los llama Watzlawick en el prólogo de “Es Real la Realidad”, nos distraen con ciertas
formas de violencia psicológica proyectando secuestros, crímenes, descabezados, asaltos, "mocha orejas" y
balaceras en el Starbucks de la del Valle.
Pretenden desviar la atención de la crisis económica, el desempleo y la miseria
imperante en nuestro país a través de la difusión constante de partidos y
crónicas de futbol; los conductores de ciertos programas mañaneros del canal de
las Estrellas parece ser no pasaron el examen para obtener la licencia de
locución, pero qué tal bailan y expresan, o mas bien gritan y se arrebatan el
micrófono para decir meros sinsentidos.
Los tres campos de la vida y de la actividad humana son manipulados: la
acción, el pensamiento y el sentimiento.
La acción se reduce a sentarse robotizadamente frente al televisor.
El pensamiento es
invadido por los constructos de quienes realizan los programas televisivos.
Los
sentimientos son abordados a través de historias de encuentros y desencuentros
lacrimógenos en algunos de los “reality shows” tan tristemente de moda.
En el terreno de las relaciones humanas es típico “lo que yo pienso que
él piensa que yo pienso”, premisa de la cual surgen dilemas entre la pareja,
con los hijos, con el jefe, con los compañeros de trabajo.
Se crea y se cree en una forma de
comunicación confusa, con información a medias y conducente a conclusiones
erróneas.
Al final del libro, Watzlawick aborda un tema que afortunadamente entró
a mi vida hace algunos años, a través de la lectura de Wayne Dyer.
El hablaba
sobre un tal Osho, para quien el objetivo de cualquier técnica de meditación es ubicarnos
en el aquí y ahora.
Me inquieta el planteamiento de Watzlawick sobre el aquí y ahora:
“nuestra más inmediata vivencia de la realidad, el presente, es solamente ese
instante infinitamente breve en el que el futuro se convierte en pasado y que,
en sí mismo, no tiene duración”.
El transitorio presente, el eterno aquí y ahora de muy corta duración, me consta.
Pese a su brevedad, el presente es lo más tangible, el pasado ya no existe, el futuro es incierto.
Como los místicos, me quiero liberar de las preocupaciones del pasado y del futuro, deseo ubicarme en el eterno aquí y ahora, lugar donde está ocurriendo mi vida...
...y no diré la realidad porque ésta es meramente relativa.
Como los místicos, me quiero liberar de las preocupaciones del pasado y del futuro, deseo ubicarme en el eterno aquí y ahora, lugar donde está ocurriendo mi vida...
...y no diré la realidad porque ésta es meramente relativa.
Y a ustedes, mis queridos locutores de la televisión, que les crea su mamá.
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