sábado, 24 de octubre de 2009

Dios Mío, Dame Chance, Por Favor

El viernes fue un día diferente para mí dado que, sin haberlo planeado como casi siempre hacemos, tuvimos que viajar el Gerente de Ventas y yo a Monterrey, a solicitud de uno de nuestros clientes cuyo corporativo está allá. Una vez instalados en el auto de la supervisora de la zona regia, el aroma del café que llevábamos en mano invadió el ambiente y yo me sentí bastante contenta y relajada.
La junta fue productiva y exitosa, motivo por el cual nos fuimos a celebrar con un festín de rib eyes y arracheras. De postre nos dimos gusto con un cremoso helado de vainilla. Estaba tan feliz por los acuerdos logrados que me comí la jugosa y grasosita carne sin reparo alguno y disfruté mi helado sin sentir ninguna culpa de anoréxica.
Todo marchaba perfecto, qué mejor forma de cerrar una semana de trabajo.
Al llegar al aeropuerto para tomar nuestro vuelo de regreso, programado para despegar a las 8 de la noche, "Oh sopresa!", no aparece en el tablero. Había sido cancelado. Mi TOC interno despertó... "¿Y si me tengo que quedar aquí? No, no puede ser, no traigo más que mi bolsa conmigo. ¿Y si nos mandan hasta un vuelo de madrugada? No, por favor, estoy muy cansada, tengo que llegar a casa y dormir con mi pijama, además tengo clase de psicopatos a las 7 am, necesito descansar o esta vez sí voy a reventar en serio". En eso estaba cuando Rodolfo me anunció que nos había conseguido espacio en un avión que saldría a las 8.10. El argumento utilizado para convencer a la empleada de Aeroméxico fue que necesitaba urgentemente llegar a la Ciudad de México porque sus cuates habíanle organizado su despedida de soltero. Cierto en parte, pues se casa dentro de un mes.
Magnífica noticia, pensé. Podré dormir en mi casita y estar un poco menos fatigada en la clase de mañana.
Una vez sentados en el avión el capitán vaticinó turbulencia en no sé qué tramo del trayecto así como al aterrizar en el D.F.
A mi colega de trabajo le tocó sentarse una fila adelante de mí y mis compañeros de viaje eran a mi lado izquierdo una mujer como de 27 años y a mi diestra un hombre ya entrado en años. La mujer se arrulló y durmió inmediatamente. Yo hice lo mismo algunos minutos después.
Bien dormidas íbamos cuando el aparato en que volábamos se sacudió estrepitosamente y se inclinó no ligeramente sino muy a la derecha y continuó moviéndose cual microbusero en calle empedrada. Se sentía la velocidad, cosa rara en un avión tan grande.
La mujer que iba a mi lado y yo, despertamos espantadísimas. Experimenté una reactividad fisiológica intensificada, frente y nariz se me perlaron de sudor, dolor de estómago y cabeza, punzada en el pecho, temblor de manos y piernas. Imperó el silencio... no hubo gritos ni lloriqueos... sólo nos mirábamos unos a otros comprendiendo más que nunca al otro. La empatía se hizo presente en ese avión. Seguramente cada quién rezó a su Dios por la salvación propia y la de todos.
Yo imploraba en mi interior "Diosito por favor que el avión ya salga de este bache, ayúdanos a llegar con vida, dame chance, no me quiero morir ahora que por fin cerramos el trato con este cliente importante, no es justo que la novia de Rodolfo sea viuda antes del casorio, no me lleves ahora que me estoy reestructurando y soy tan feliz con baby face".
Y pues la aeronave continúo como maraca casi todo el tiempo. Como batidora voladora pasó por encima de la iluminadísima ciudad de Mexico lindo y querido hasta que por fin aterrizó para descanso y alegría de los todos agitados pasajeros.
Cuando vi a Rodolfo confesele lo espantada que había estado. El me dijo que también sintió miedito mas calladito se quedó al constatar que nadie esgrimió ni un gemido.

2 comentarios:

Claudia E. dijo...

Hola Lili,
Me acordé de un vuelo a Sto. Domingo en el que el avión perdió altura 2 veces, yo que no soporto el vértigo ni en la feria casi se me sale el estómago por la boca y obvio que ya no pude ni desayunar.

Feliz domingo,

Clau

Lilia Carrillo dijo...

Hola Clau, feliz tarde de domingo para ti. Aquí estamos de mañanita todavía. Un beso.